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Ex soldado laboyano, seis años en poder de la guerrilla de las Farc

El 7 de abril de 2004 a las 10 de la mañana, Marina Vargas y su hijo, el ex soldado profesional Jair Chimbaco Vargas, acudieron a la cita obligada que les había puesto la guerrilla del XIII Frente de las Farc en la vereda Kennedy del corregimiento de Bruselas.

Jair debía ser canjeado por su padre José Chimbaco, secuestrado el 2 de abril en horas de la noche en la vereda El Recuerdo, corregimiento de Criollo, cuando hizo presencia una comisión subversiva en busca del ex soldado a quien requerían con urgencia para una presunta investigación. Como Jair no apareció en su casa, pues logró escapar, se llevaron a su padre.
 
A la noche siguiente, regresaron los subversivos en busca del ex militar, pero fracasaron en su intento de capturarlo. Entonces dieron un ultimátun a doña Marina Vargas, dándole plazo para que se presentara ella con su hijo en el campamento guerrillero el día 7 de abril antes del medio día. De lo contrario, don José sería asesinado y tomarían represalias contra su casa.

Esto llevó a la mujer a convencer a su hijo para ir hasta donde los requerían para salvar la vida de don José.


La tragedia que afronta hoy la familia Chimbaco Vargas, inició en 2003 con la famosa guaca del Caquetá, hallada por militares, entre los que se hallaba Jair enrolado.

Con el producto de la parte que le correspondió tras la partija, Jairo le regaló a sus padres 7 hectáreas de tierra en la vereda El Recuerdo, donde junto a su hermano menor empezaron a trabajar en el cultivo de árboles de café, plátano y yuca.

Pero no pasó mucho tiempo, desde cuando fue desvinculado del ejército y llevado a prision y regrersar a su parcela, cuando se presentó la gran pesadilla, porque lo buscaban al parecer para matarlo.


Doña Marina relata en medio del dolor y la tristeza, que la plata de esa guaca fue una maldición. “Yo llevé a mi hijo hasta donde estaba esa gente porque me dijeron que iban a matar a mi marido y luego tomarían represalias contra todos nosotros. Me habian dicho que no tuviera miedo de llevarlo, que solamente lo necesitaban para una investigación”, dice la atribulada madre.

De esta manera, la mujer convenció a su hijo para ir a rescatar a su padre con la esperanza que todo iba a salir bien.

Cuando se acercaban a campamento, fueron abordados por dos guerrilleros, que los condujeron por un sendero escabroso, y cuando se aproximaban al lugar donde permanecìa José amarrado a un árbol, fue separada de Jair, y le manifestaron que, “no me preocupara, porque solamente lo iban a investigar, que podría demorar unos 8 días, o un año o 10 años”.

De inmediato, junto a su marido fueron regresados a su vivienda en la vereda El Recuerdo, al tiempo que uno de los guerrilleros les entregó la suma de 20 mil pesos para el pasaje de vuelta.

Desde ese 7 de abril de 2004, la familia Chimbaco Vargas, sufre el calvario de la desaparición de su hijo. Han participado en las marchas contra el secuestro, han viajado a diversos lugares en busca de ayuda, pero indican que en todas partes les cierran esa oportunidad, señalan.
 
“Mi hermano no es un militar, él era un civil en el momento de secuestro o de su retención, por lo que le pido a la guerrilla del XIII frente de las Farc al grupo que lo tenga, que nos de razón de él, que nos manden pruebas de supervivencia”, dijo José Luis Chimbaco, su hermano menor.

Doña Marina Vargas, al recordar hoy que su hijo está cumpliendo seis años de haber sido secuestrado por la guerrilla, se aferra en mantener viva la esperanza de verlo retornar con vida. Pero en medio de las lágrimas, dice que quiere la verdad y nada más que la verdad. Que me digan si lo mataron, donde ésta enterrado para ir por sus restos, pero que no me hagan sufrir de esa manera”, afirma en medio de sollozos.

Don José  Chimbaco, quien fue amarrado con las manos a la espalda y conducido la noche del dos de abril de 2004 hacia la vereda Kennedy de Bruselas, señala que fue toda una tortura esos días en que estuvo retenido.
 
“Si ese día antes de la 1 de la tarde no llegaba mi mujer con mi hijo, me iban a matar. Me tenian listo, y no sabía qué hacer. Primero porque nunca supe porqué querían a Jair, qué clase de investigación le iban a hacer. Desde ese entonces, vivo la pesadumbre de no haberlo ayudado. Cada vez que voy a comer, me acuerdo de él y sufro mucho por eso”, dice.
 
La familia Chimbaco Vargas,  reclama a los entes del Estado, a los organismos de apoyo a familiares de secuestrados, una pizca de solidaridad y de ayuda para tratar de encontrar a su hijo y hermano.

Guarda la esperanza en que se encuentre entre el grupo de civiles secuestrados que tiene esa guerrilla en alguna parte la selva amazónica.



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